Crisis a la americana

Estos días pasados se reunía en Nueva York una promoción de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia para su quinquenal sesión de nostalgia colectiva, esta vez con un número redondo: el 40 aniversario de la clase del 73. De los 130 entonces graduados llegó una treintena, apreciable porcentaje, de todos los rincones de Estados Unidos y parte del mundo. Y de sus relatos entrecruzados surge una imagen realista y bastante desgarradora de lo que le ha sucedido a la prensa -en sentido lato: la radio y la televisión también acusan el golpe- a lo largo de los cinco últimos años.

30 años en Newsweek, 25 años en Business Week, 26 años en el PhiladelphiaInquirer... y a uno tras otro llegaron a estos periodistas expertos los despidos fulminantes en las sucesivas oleadas de reducciones de personal, lo que en España conocemos como ERE. Los golpes más duros fueron los de 2008 y 2009, con unos 15.000 despidos en total, coincidiendo con el momento más virulento de la recesión económica que, bastante atenuada en Estados Unidos, aún continúa en 2013. Pero en 2010, 2011 y 2012 siguió el goteo, con más de 1.000 al año.

La tendencia viene de atrás, de la revolución tecnológica que ha dejado descolocados a los medios y tocada su base de ingresos fundada en la publicidad. Fue en 1989 cuando el número de periodistas en activo llegó a su tope histórico en EEUU: 57.000. Hoy son menos de 40.000.

Todos aquellos graduados de 1973 que deseaban seguir trabajando -algunos han optado por la jubilación- han podido hacerlo, ayudados por el prestigio acumulado, pero unos han tenido que pasar a freelance y otros que abandonar el oficio para pasarse a otros sectores más boyantes: un buen profesional del Business Week, por ejemplo, está hoy redactando informes para el banco de inversiones Morgan Stanley.

El trauma en medios profesionales es aún más profundo que en España, y como en todo este proceso EEUU ha ido por delante, las conclusiones no son de color de rosa.

Lo son aún menos si colocamos ese panorama en la perspectiva que dan hoy todas las aglomeraciones de público en ese país: en la cola de un Starbucks, en un vagón de metro siete u ocho de cada 10 personas están febrilmente tecleando en sus teléfonos inteligentes, bien consultando su correo electrónico, bien tuiteando, bien enviando SMS... Antaño habrían estado leyendo un periódico. Hoy, con un mundo convulso y en crisis en el que la información es particularmente vital para los ciudadanos, éstos parecen preferir el placebo, la distracción de los mensajes entre amigos a enterarse de verdad de lo que sucede...